Mi lucha contra la diabetes comenzó oficialmente en junio de 2016, pero la verdadera historia empezó unos meses antes, en marzo de 2016. En aquel entonces, yo era una estudiante de secundaria de 17 años que vivía en Rachiine, un hermoso pueblito del norte del Líbano. A pesar de su belleza, Rachiine, como gran parte de su distrito, estaba marcado por la inseguridad y una sociedad prejuiciosa que a menudo dificultaba hablar abiertamente sobre los problemas personales.
En marzo, comencé a notar cambios en mi cuerpo. Estaba constantemente cansado, tenía más sed que nunca, perdía peso rápidamente y tenía que ir al baño con frecuencia. En el fondo, presentía que algo andaba mal, pero no sabía que era diabetes. Lo más doloroso era que nadie a mi alrededor tomaba en serio mis quejas. En la escuela, se me hizo más difícil sobrellevarlo. Necesitaba salir de clase a menudo para ir al baño o beber agua, pero en lugar de comprensión, me encontraba con recelo. Finalmente, me expulsaron de la escuela porque pensaban que estaba fanfarroneando o poniendo excusas. Fue una experiencia profundamente humillante. El miedo creció dentro de mí. No entendía lo que le estaba pasando a mi cuerpo, y debido a la falta de educación y concientización adecuadas en mi comunidad, mi familia tampoco.
En junio de 2016, aparecieron nuevos síntomas, como infecciones por hongos en la piel, que me llevaron a buscar atención médica urgente. Un análisis de sangre reveló que mi hemoglobina glicosilada (A1C) era de alrededor del 14%, lo que confirmó que tenía diabetes. Estuve hospitalizado varios días, durante los cuales aprendí a administrarme la insulina con la ayuda de una doctora muy atenta. Ella me presentó a DiaLeb, una organización sin fines de lucro dedicada a la diabetes, fundada por la Dra. Jackie Maalouf.
Al principio, aceptar la diabetes fue abrumador. Temía que significara el fin de mi vida, que envejecería rápidamente o que nunca viviría plenamente. Pero después de unirme a DiaLeb y asistir a sus actividades y sesiones de concientización, encontré esperanza. Una historia que me inspiró particularmente fue la de Silvie Maalouf, la hija de la Dra. Jackie, quien vive con confianza con diabetes tipo 1. Escuchar su historia cambió mi perspectiva.
A través de DiaLeb, me involucré activamente en la concientización sobre la diabetes. Cada evento, cada sesión, cada conversación fortaleció mi determinación. Comprendí que mi diagnóstico no era el final, sino el comienzo de un nuevo propósito. Quería ser la voz que no tuve cuando me diagnosticaron. Años después, esta pasión me impulsó a unirme al programa Jóvenes Líderes en Diabetes (YLD) de la Federación Internacional de Diabetes. Convertirme en YLD fue un punto de inflexión. Me conectó con jóvenes de todo el mundo que compartían historias, dificultades y sueños similares. Me brindó una plataforma más amplia para abogar por la educación, la concientización y el empoderamiento en materia de diabetes, no solo en el Líbano, sino a nivel mundial.
Hoy, me siento orgulloso del camino que comenzó en un pequeño pueblo, a través del dolor y el rechazo, hasta convertirme en una voz para otras personas que viven con diabetes.