Soy Eileen y tenía 7 años y era diabética tipo 1 cuando me diagnosticaron a principios de los años 60. Sin bombas, sin A1C, usaba jeringas de vidrio para inyectarme insulina; fui la primera paciente diabética que trató mi pediatra. Mi madre aprendió todo sobre la comida y los intercambios de alimentos y me enseñó todo lo que sabía. Le estaré eternamente agradecida. Yo también fui al Campamento NYDA en el norte del estado de Nueva York y, por las excelentes experiencias que tuve allí, supe que me convertiría en enfermera titulada. Aprendí a defenderme, ya que los prejuicios a veces mostraban su cara fea. He tenido numerosos altibajos con la diabetes a lo largo de los años, pero siempre logré hacer lo que quería lograr. Me casé, tuve tres hijos sanos, viajé y tuve 46 maravillosos años como enfermera antes de jubilarme.
Niños, nunca se rindan. Pueden ser y hacer todo lo que sueñen, pero deben hacerse cargo de la diabetes. No desaparece; puede dañar su salud. Sean conscientes de las decisiones que toman. Padres, tengan paciencia y estén dispuestos a escuchar atentamente lo que sus hijos dicen. Los niños cometen errores, permítanlos, pero conviértanlos en una experiencia positiva y enriquecedora para el futuro.